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El Espíritu Santo

Actualizado: 5 nov 2024

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Usted sabe que en redes sociales se puede encontrar toda clase de videos. Hay uno que me llamaba la atención sobre los hermanos. Se supone que grababan a cada uno de los hermanos de una familia: el mayor, el de en medio y el pequeño. Cada uno de ellos cuenta su experiencia. Si usted ha visto alguno de estos se dará cuenta que el de en medio nunca habla. Siempre lo interrumpen y lo olvidan. Incluso también hay uno de la alabanza y sucede lo mismo con el bajista. Todos saben que está ahí, pero nadie le da importancia.


Me era difícil no pensar en esto al considerar al Espíritu Santo. En ciertos círculos cristianos el Espíritu Santo es la persona que nunca se menciona. Como en la película de Disney “Encanto”: nadie habla de Bruno; así unos con el Espíritu Santo. Por más que saben de él, no quieren hablar de él porque no quieren caer en errores o en emocionalismo.


Sin embargo, también es verdad que en los últimos 50 años ha habido un despertar por el Espíritu Santo. De repente el hijo de en medio tomó todo el protagonismo en la familia. Pero tristemente esto nos ha llevado al extremo de distorsionarlo por completo. El Espíritu Santo se volvió un mover, un sentir, un sentimiento, o una fuerza meramente. Ninguno de los dos extremos está bien. Por ello, quiero que contestemos dos simples preguntas: ¿Quién es y qué hace?


1. ¿Quién es el Espíritu Santo?


No es una fuerza, es una persona


En ocasiones podemos terminar teniendo una teología de Star Wars en cuanto al Espíritu Santo. Los personajes hablan de la fuerza como un sentir interior que los ayuda en los momentos difíciles, los guiaba hasta cierto punto y les daba fuerza. Sin embargo, la fuerza no es una persona.


En contraste está el Espíritu Santo. Si bien estamos hablando de un espíritu que no podemos ver ni sentir con nuestras manos, no por eso estamos hablando de algo y no de alguien. Eso es lo que vemos en Jesús cuando habla con sus discípulos en Juan 14 y 16. Él se refiere al Espíritu como "Otro Consolador". Nuestras versiones hacen bien al poner en mayúsculas el nombre de “Consolador”. Estamos hablando de la tercera persona de la Trinidad y no solo de un consuelo que recibirían. De hecho, Jesús dice que el Consolador los acompañara. Puede que uno se sienta un tanto acompañado por una fuerza o un viento en su caminar por la vida hasta por un animal. Sin embargo, es completamente diferente cuando se trata de una persona.


A mí me gusta manejar mucho incluso en carretera. Puedo escuchar una predicación o un podcast sin problema. En cambio, si bien no es que me siente completamente solo, todo cambia cuando me toca viajar con compañía. Ahora sí tengo alguien con quien platicar y disfrutar del viaje que comprende justamente lo que está pasando.


Ese es el Espíritu Santo no es solo un sentir cercano sino una persona ahí mismo. Jesús mismo habla de cómo el Espíritu Santo tomará Su lugar y continuará Su obra. De modo que sí creemos que Jesús fue una persona que verdaderamente estuvo en medio de ellos, entonces también lo es el Espíritu Santo. ¿Y qué sentido tendría que Jesús hablará de algo que tomaría su lugar, que lo glorificará, y los guiaría a toda verdad si se tratara de una fuerza impersonal? Al contrario, hablamos de alguien que tomará su lugar, alguien que lo glorificará y alguien que los guiará. Por eso Michael Horton escribe:

El Espíritu no es un simple fortalecimiento para enseñar sabiduría, sino que es él mismo un maestro divino. No es simplemente la gloria de Dios que emana del templo, sino que es el Señor cuya gloria irradia desde el templo en el cual él habita. Vino al templo y se marchó de él. No es un simple poder revelador y escudriñador de Dios, sino que es el revelador y escudriñador divino (1 Corintios 2.10). [1]

No es solo un espíritu es Dios mismo


En los primeros siglos del cristianismo los creyentes se juntaron para debatir ante el mundo y las sectas que estaban surgiendo sobre qué se debía de creer sobre la Trinidad. La persona más atacada era Jesucristo por ser la piedra angular sobre la cual todo se derrumba o construye. Sin embargo, habiéndolo establecido también se puso en tela de juicio sobre si el Espíritu Santo era Dios mismo. Ante esta cuestión la iglesia decide escribir el Credo de Nicea y de Atanasio donde se especifica que se cree en cuanto a la Trinidad.


En el primero se identifica al Espíritu Santo como Señor y Dador de vida que comparte una misma adoración y gloria. Después en el segundo se habla claramente sobre cómo son tres personas y una sola divinidad. El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios. No son tres dioses sino un solo Dios. Nadie es primero ni postrero, ni nadie mayor ni menos, sino que son coeternas y co-iguales.


Eso es lo que creemos como cristianos. Esa es la idea detrás de las palabras de Jesús. Él les va a dejar o mandar uno de la misma clase o esencia que él. Uno que vendrá de parte del Padre. Tanto que Jesús mismo dice que no los va a dejar, sino que volverá. ¿Cómo puede volver Jesús sino es por medio de alguien que es igual que Él? Incluso dice que lo seguirán viendo. ¿Cómo puede alguien decir exactamente lo que Jesús quiere y darlo a conocer tan plenamente sin que fuera Dios mismo?

 

El Obrero de la Trinidad


Debemos de entender cómo funciona la Trinidad. Si bien debemos de afirmar que todo lo que sucede lo hace Dios mismo como uno solo, también es verdad que dentro de la Trinidad hay ciertas actividades asignadas a cada persona. Es decir que trabajan como un conjunto, pero todos hacen lo suyo y no lo mismo.


Me gusta prestar de esta analogía. Podemos verlo como la construcción de una casa. Podemos decir que el Padre es el que tiene la iniciativa de construir la casa y los fondos necesarios para llevar todo acabo. Esto lo extiende con el Hijo quien es el Arquitecto de todo y se encarga de planear y diseñar todo mientras que se comunica con el ingeniero civil y los obreros. Entonces el Espíritu Santo es el ingeniero civil que realmente lleva todo acabo en su persona y por medio de los otros obreros. A fin de cuentas, todos contribuyeron y son responsables de la construcción de esta casa por más que cada uno haya hecho una labor diferente.


Algo similar sucede con la Trinidad. El Padre es el que ha determinado que es lo que ha de suceder, el Hijo es el que lo lleva a cabo en su persona y el Espíritu Santo es el que se encarga de que se logre. Lo vemos en la creación y en la redención. El Padre escoge a los suyos, el Hijo muere por los suyos y el Espíritu Santo sella a los suyos.


Con todo esto quiero decir que el Espíritu Santo es el que se encarga de que los planes se lleven a cabo. Por eso no podemos identificarlo con una fuerza porque una fuerza no puede supervisar y sostener una obra. Al contrario, estamos hablando de una persona que inspecciona, obra, sustenta, guía, aplica, sella y sostiene la obra de Dios.


El que lleva a cabo la acción de crear es el Espíritu Santo. El que inspiró a los profetas fue el Espíritu Santo. El que sopla vida en el ser humano es el Espíritu Santo. El que abre los ojos y resucita los muertos espiritualmente es el Espíritu Santo. Él los confirma, sella y guarda hasta el fin es el Espíritu Santo. El que finalmente nos glorificará para ser como Jesús es el Espíritu Santo que ya aquí nos está santificando. Ese es el Espíritu Santo.


2. ¿Qué hace el Espíritu Santo?


En el mundo


Primero que nada, vemos al Espíritu Santo desde el principio en la creación. El Espíritu Santo estaba ahí presente. Génesis nos dice que se movía sobre la superficie de las aguas. En el momento que el Padre por medio del Hijo habló a existencia todo el universo, entonces el Espíritu Santo se encargó de que sucediera tal cual.


Pero no solo eso, sino que a partir de ese momento bajo la dirección del Hijo, de quien se dice que sostiene la creación, el Espíritu Santo se encarga de esta creación continua. Me refiero a que Él es tanto la fuerza impulsadora, el supervisor, el de calidad y el que obra por medio de medio naturales y secundarios para que todo lo que hay a nuestro alrededor siga su curso. Él es el que encargado de que el mundo no sea un caos como lo fue al principio. Él tomó ese caos y lo ha hecho una casa para el ser humano. Él se encarga de que las flores florezcan, los árboles den su fruto, los animales se reproduzcan, el sol salga cada mañana y la luna nos alumbre en la noche. Él es el que procura el bebé en el vientre de su madre, es el que mantiene todo como un preciso reloj suizo.


Eso no significa que el mundo y el Espíritu Santo sean uno. El Espíritu Santo no es otro nombre para la Madre Naturaleza. Estamos hablando más bien de una relación de un jardinero y su jardín. Él es el que se encarga de regar, cortar y cuidar. No es no haya leyes naturales ni patrones que la creación sigue inherentemente. Sin embargo, Él es el que procura que todo continue así y no se salga de control.


En Jesucristo


Junto con eso también podemos apreciar al Espíritu Santo en Jesucristo. Y antes de hablar de Su venida tenemos que hablar de la preparación de Su venida. Hablamos de cómo el Antiguo Testamento es un presagio del Mesías, o como decía Lutero: “El Antiguo Testamento es el pesebre de Jesús.” Todo apunta a Él y habla de cómo iba a venir uno a redimir a los suyos. Entonces vemos al Espíritu Santo moviéndose, guardando y cuidando a un pueblo llamado Israel. Él es el que los sostiene y conserva en medio de la crisis, el pecado y el caos. Este fue el que estuvo preparando las circunstancias en las que se aparecería Jesús y aún más fue preparándole el cuerpo que tendría Jesús.


Me refiero a que siempre mantuvo viva la línea de la tribu de Judá y posteriormente de David. Por más que en el reino del norte siempre hubo un cambio de rey en el reino del sur no. Siempre hubo un descendiente de David. Aún más, cuando el reino se dividió y ambos fueron conquistados por naciones paganas, exiliados y prácticamente demolidos, ni así se extinguió la línea de David, sino que cada uno podía trazar su descendencia; de modo que Mateo podía darnos la genealogía de Jesús sin problema.


Pero tenemos que dar un paso más adelante con la venida física de Jesús a este mundo. Lucas nos cuenta como el Espíritu Santo vino sobre María para que concibiera al Salvador del mundo sin conocer a ningún hombre. En esta obra, por más que nosotros no comprendemos cómo sucedió Él hizo que Jesús naciera con una naturaleza humana, pero sin pecado similar a la de Adán y no la de José.


Después más adelante cuando Jesús está por iniciar su ministerio, Él es bautizado por Juan y en ese momento el Espíritu Santo desciende sobre Él. A partir de ese momento Él sería el que le daría el poder para obrar todos los milagros y señales que testificarían en Su favor. Todo lo haría por medio de Él y no por Su propio poder ya que se había despojado de Su gloria. Él fue Su compañero a lo largo de su ministerio y su fuerza para ir aun hasta la cruz. Se dice también que el Padre resucita a Cristo de los muertos y el que lo hace realmente es el Espíritu Santo quien es el poder grandioso y eficaz del cual ahora el creyente también participa.

 

 

En el creyente


De esta forma vemos que el Espíritu Santo también obra en el creyente. Aquí es donde nos vamos a detener todavía más proximamente por lo que solo voy a pasar por encima de Su obra en nosotros. El Espíritu Santo es la persona que está más cerca de nosotros - desde nuestra conversión hasta que estemos juntos en el cielo.


Él Espíritu Santo es el que nos da un nuevo corazón y quita nuestro corazón de piedra. Él nos abre los ojos para ver la belleza de Cristo. Es el que sopla vida eterna y nos da vida juntamente con Cristo. Él es el que nos convence de pecado al mostrarnos lo malos que somos en contraste con el Dios Santo. Él es el que nos muestra que debemos de arrepentirnos para venir a Cristo. Es el que nos empuja a los brazos de Jesús. Él es el que nos guía a depositar nuestra fe en Jesús y reconocerlo como nuestro Señor y Salvador. Es el que no solo toca la puerta de nuestro corazón, sino que la demuele y cautiva irresistiblemente.


También es aquel que empieza a obrar en nuestro interior a partir de ese momento. Es el que como un escultor va quitando todo aquello que no se parece a Jesús. Es el que como mecánico va a ajustando cada parte para que pueda correr la carrera de la fe. Es el cirujano que va removiendo los tumores que nos hacen tanto daño. Es el entrenador que nos recuerda la meta que es Jesús cada vez que queremos tirar la toalla. Es el que trabaja en la aseguradora que nos recuerda cada que hay una crisis o choque, todo lo ha pagado Jesús. Es nuestro “pepe grillo” que nos guía y aconseja con cada paso que damos. Es nuestro “amigo fiel” que nunca nos deja. Es como el pastor que confronta cuando pecamos y el padre que corrige cuando caemos. Y el que finalmente nos hará completamente como Cristo.


Cierre

Probablemente es la persona que menos consideramos. Siempre pensamos en el Padre y le damos la preeminencia a Jesús, pero no podemos hacer a un lado al Espíritu Santo. Por eso hagámonos las siguientes preguntas: ¿Qué tanto considera al Espíritu Santo? ¿Qué tanto le agradece y bendice al Espíritu Santo? ¿Qué tanto adora y exalta al Espíritu Santo? ¿Quién es el Espíritu Santo en su vida?



Escrito por Josué Gutiérrez, pastor de Dios de Gracia.







[1] Horton, M. (2017) Redescubrir el Espíritu Santo. Editorial Vida. p. 32-33

 
 
 

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